Pandillas incursionan en drogas y armas

Según las autoridades existe más de un dos centenares de pandillas en La Paz y El Alto, muchas conformadas por hombres y mujeres, empero en El Alto es donde estos grupos de jóvenes se han convertido en los más peligrosos, la autoridad de Seguridad Ciudadana de esta región, Dorian Ulloa, desconoce cuántos son, dónde están y cómo afrontarlos.
La gente los conoce como el terror de las noches. Muchos se han dedicado a cometer delitos y hay cogoteros, monrreros y hasta microtraficantes. Utilizan clavos, estiletes, cuchillos o \"puntas\", y hasta armas de fuego, son conocidos como el terror de las noches, son los pandilleros y en los últimos dos años han vuelto a reunirse con más fuerza, incluso dominando el mercado de las drogas y armas. Hablar de ellos es peligroso porque te ‘fichan’ y te siguen y después atacan, afirma un suboficial de Policía que, por más de cinco años, estuvo como investigador en la fuerza anticrimen. Para muchos de los efectivos no es delito ser pandillero, aunque sí es común hallarlos consumiendo bebidas alcohólicas o realizando algún escándalo en vía pública. Pero para otro policía los pandilleros tienen códigos y sólo los más avezados cometen delitos, los denominados ‘jefes’. El resto son campanas que vigilan y alertan de la presencia de patrullas o uniformados. Según las autoridades existe más de un dos centenares de pandillas en La Paz y El Alto, muchas conformadas por hombres y mujeres, empero en El Alto es donde estos grupos de jóvenes se han convertido en los más peligrosos, la autoridad de Seguridad Ciudadana de esta región, Dorian Ulloa, desconoce cuántos son, dónde están y cómo afrontarlos. En tanto que Antonino De Leo, representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y Delito (ONUDD), refiere que se realizan estudios para proyectar un programa de prevención ante el crecimiento desmedido de estos grupos de jóvenes que se han convertido en infractores y son copias de pandillas centroamericanas. DROGAS Y ARMAS. En el sector norte de El Alto, en dos establecimientos educativos, según investigación de la Policía de ese sector, se han descubiertos grupos de jóvenes, pandillas, que se dedican a la venta de drogas. Estos grupos inducen a sus propios compañeros mediante la presión. Muchos de ellos son de tercero y cuarto de secundaria, quienes obligan —tanto a mujeres como varones— a iniciarse en el consumo para no ser molestados y contar “con seguridad” dentro y fuera del establecimiento educativo. Un jefe del Distrito de Policías número 5, señaló que hay denuncias de padres sobre jóvenes que fueron agredidos por las pandillas por no aceptar la droga o simplemente por no beber con ellos. Pero existen otros, los más peligrosos, que usan armas blancas y hasta de fuego, según otro padre que fue víctima de uno de esto grupos en la Ceja El Alto. El padre, de quien se reserva la identidad, hace poco denunció este hecho a la fuerza anticrimen, pero los investigadores muy poco han avanzado para resolver el caso y sentar un precedente contra los responsables. COPIA DE EXTRANJEROS. Algunos entendidos en las pandillas, como el coronel Manuel Herrera, señalan que muchos de estos grupos son copias de otras que hay en Centro América, las denominadas Maras. El jefe policial que hace cuatro años realizó un informe detallado de las pandillas en La Paz, explica brevemente que antes los jóvenes se reunían para bailar, compartir y realizar actos de beneficiencia. Sin embargo, a partir de la década de los 90, estos dieron un giro vertiginoso tras el consumo de alcohol, la primera droga de las pandillas. El jefe policial señaló que “muchos de estos grupos atacaban a los vecinos y a sus pares de colegios para conseguir dinero para beber, pero esto después se fue desvirtuando y se convirtieron muchos de ellos en delincuentes”. De acuerdo con los registros de la Policía, los primeros en copiar las acciones delictivas fueron los Jodis, cuyos miembros fueron Luis Fernando C. y su hermano Ernesto, dueños de El Caballito y otros centros nocturnos, y señalados incluso como los autores intelectuales del asesinato de Jorge O’Connor D’Arlach. Sobre este tema, el capitán Ludwing Villanueva, criminólogo, dice que debido a la complejidad y formas que van adecuando las pandillas para rearticularse, en base a copias de otras regiones, muestran lo poco preparados que están los sistemas sudamericanos para detectar a estos grupos ilegales. Ninguno de los países de la región está preparado para lidiar con esta cofradía. Y ninguno tiene datos certeros de cuántos son o de cómo se movilizan. El especialista consultado por La Prensa dice que \"sus códigos de conducta indican que si hablas con la policía eres hombre ‘muerto’. Tienen un lema parecido a la de las maras, que reza \´Vives por la mara o mueres por la mara\´\", señala. Para la policía \" no es tan fácil identificarlos, ya que en los últimos años se han quitado la costumbre de tatuarse el cuerpo, o dejarse alguna marca, como lo hacían en el pasado\". Esto, para no levantar sospechas de las autoridades. Vecinos de barrios donde existían estos grupos dicen que antes se dedicaban a intimidar a los vecinos como principal actividad y después beber. Ahora se complica el panorama, porque se ligaron a grupos de microtráfico, tráfico de armas y de personas. Para muchos, los jefes de pandillas o grupos de alto grado, ya no atacan directamente, sino envían a los miembros que se inician para realizar el trabajo sucio, los otros están limpios. LAS MARAS. Los policías que comentaron sobre las pandillas dicen que hay maras importadas, reciben flujos informativos, vía tecnológica y presencial, de miembros de la mara Salvatrucha los cuales son perseguidos en sus países de origen y saben que América del Sur devino en un centro especial para la creación de nuevas organizaciones criminales. Laura Etcharren, socióloga y autora del libro \"Las maras, estado embrionario en Argentina\", dice que desde que la ley que en el 2010 prohibió las maras en El Salvador, pudo haberse generado el éxodo de algunos de sus miembros hacia otros países, aunque, según ella, estos grupos se vienen gestando en Suramérica desde el año 2000 y comienzan como pequeños parches que luego se vinculan con narcotraficantes. Actualmente la Policía continúa realizando trabajos de inteligencia para hallar a los cabecillas de estos grupos peligrosos, los señalados como el terror de las noches, que se dedican a cometer delitos como Miguel Ángel S., alias el “Borolas”, señalado como el asesino de Fabián Gastón Ávila en agosto de 2015. El cabecilla de la pandilla, fue formado en España de donde se presume que huyó tras cometer otro delito. Las autoridades de seguridad refieren que los pandilleros, con los datos y reportes, están ya involucrados en drogas y armas. EL PANDILLERISMO NO ESTÁ TIPIFICADO COMO DELITO, por tanto, no está sancionado y la Policía o el Ministerio Público nada pueden hacer en contra de las bandas. Sólo pueden aplicar otros tipos penales cuando se presentan hechos delictivos. Las pandillas de La Paz y El Alto aumentan en número y dominan barrios enteros, de acuerdo con la Policía. El artículo 132 del Código Penal establece que “el que formare parte de una asociación de cuatro o más personas destinadas a cometer delitos o el que forme parte de bandas juveniles será sancionado con pena privativa de seis meses a dos años o la prestación de trabajo por un año”. Este vacío legal permite a sus miembros librarse de una sanción más grave y, además, evita combatir con eficiencia este flagelo. UN PANDILLERO CON 30 ASESINATOS. La Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de La Paz en 2011 atrapó a Jaime Benjamín Cárdenas Pardo, alias “El Jimmy”, quien confesó el asesinato de más de 30 personas en el país. El joven que tenía en ese entonces 23 años, fue atrapado después de atacar con un cuchillo a un ciudadano peruano. En el interrogatorio “El Jimmy” dijo que asesinó a un hombre para robarle una laptop y que violó y mató a dos mujeres universitarias en Sucre. Después de un examen psicológico, los investigadores policiales lo calificaron como “asesino psicópata serial. El joven que se estuvo relacionado con pandillas, reveló que nunca vivió en medio de la violencia, a pesar de que sus padres eran divorciados. Pero que empezó a delinquir para llamar la atención de su familia y para hacerse “popular”, pues estudió en un colegio nocturno, donde la mayoría de los muchachos eran pandilleros y les gustaba beber. A los 14 años cometió su primer atraco, a un borracho de la calle al que le robó su celular porque necesitaba dinero para comprar licor. Después robaba autos o motos, con lo que ganaba entre 100 y 1.200 dólares. Ya a esta corta edad consumía cocaína, lo que le indujo más a cometer delitos. 9.400 jóvenes, entre mujeres y varones, forman parte de una pandilla en La Paz y El Alto, según la Policía.
FUENTE: LA PRENSA             (03-11-2015)