Las reservas internacionales y el Tío MacEvo

Un personaje del Walt Disney, muy popular en los años cincuenta, era el Tío Rico MacPato. Un avaro y simpático ricachón que tenía el hábito de acumular su riqueza en monedas de brillante oro en una inmensa caja fuerte, que en realidad era una piscina de dinero contante y sonante, donde todas la noches, desde un elevado trampolín, se lanzaba en alborozo para abrazar su fortuna y nadaba a pierna suelta disfrutando del contacto de su plumaje con los billetes. Frente al estupor de sus tres sobrinos pobres: Hugo, Paco y Luis, que mendigaban sus favores, y sus archienemigos, los Chicos Malos, que acechan su patrimonio, Tío Rico MacPato disfrutaba físicamente de la acumulación de marmaja, de money. El Tío en cuestión era el símbolo del capitalismo decimonónico, éste que suponía que la riqueza estaba en la acumulación de dinero físico.
Un personaje del Walt Disney, muy popular en los años cincuenta, era el Tío Rico MacPato. Un avaro y simpático ricachón que tenía el hábito de acumular su riqueza en monedas de brillante oro en una inmensa caja fuerte, que en realidad era una piscina de dinero contante y sonante, donde todas la noches, desde un elevado trampolín, se lanzaba en alborozo para abrazar su fortuna y nadaba a pierna suelta disfrutando del contacto de su plumaje con los billetes. Frente al estupor de sus tres sobrinos pobres: Hugo, Paco y Luis, que mendigaban sus favores, y sus archienemigos, los Chicos Malos, que acechan su patrimonio, Tío Rico MacPato disfrutaba físicamente de la acumulación de marmaja, de money. El Tío en cuestión era el símbolo del capitalismo decimonónico, éste que suponía que la riqueza estaba en la acumulación de dinero físico. Quién podría pensar que en pleno siglo XXI, los ideólogos del régimen de Gobierno actual recrearía al Tío Rico MacEvo, que dizque, a puro pulmón revolucionario, ha acumulado 10 mil millones de reservas internacionales en la bóveda del Banco Central de Bolivia, que también, según las malas lenguas, se habría convertido en una pileta en forma de cruz andina donde los nuevos dueños del poder nadan todas las noches posando para la propaganda oficial en primorosos trajes de baño. Bueno, en realidad, las reservas internacionales, pocas están en la piscina, más bien están aplicadas en bonos y letras del odiado imperio. Bolivia se ha vuelto prestamista de Estados Unidos, pero igual guardar la riqueza de un país en papeles y vanagloriarse de ello es una forma de capitalismo mercantilista. Inclusive con ternura sobrecogedora, algunas autoridades del Gobierno, se refieren a estas reservas como el chanchito del ahorro nacional. En la versión oficial esta montaña de dinero es resultado de la magia de la política económica y nada tiene que ver con la bonanza de los precios de las materias primas en el mercado mundial. Aunque se dicen ateos, ésta es una vieja práctica colonial de buscar indulgencias políticas con Ave Marías ajenas. Sólo dos apuntes: 1) Brasil tiene 300 mil millones de dólares de reservas internacionales, Perú cuenta con 46 mil millones de verdes. Éste es un fenómeno latinoamericano que se explica por el boom de los precios de los productos que la región exporta. 2) En el 2005, las reservas de oro alcanzaban a 471 millones, sólo por el efecto precios del metal precioso, éstas se multiplicaron por más de tres, en el 2011, llegando al equivalente de 1.600 millones de verdes. Esta magia contable no es de la cosecha oficialista, ¿no ve? Pero más allá de origen de tanto dinero, la pregunta relevante es: ¿por qué mantenemos tantos recursos en las vitrinas de la propaganda oficial cuando estamos rodeados de pobreza y falta de empleo? ¿Por qué se cuenta todos los días semejante plata delante de pobres y se refuerza esta idea que el vil metal está hecho para guardarlo y exhibirlo? Pero como recomienda un pasante del Gran Poder de amplia experiencia, con calma nomás en la procesión, que santos de la revolución son fletados. Primero, no son tantos los recursos como aparecen en los balances contables ni en la machacona propaganda. Papel y lápiz y hagamos una cuentas sencillas. Partamos de los 10 mil millones de dólares. En primer lugar, si tenemos que cubrir la deuda interna de corto plazo por regulación monetaria, 2.400 millones de dólares, nos restan 7.600 millones. A esto hay que sustraer las reservas que están en oro, que no se puede gastar legalmente, algo como 1.600 millones de verdes. Sobra 6.000. Además, a este valor hay que restarle unos 1.500 millones de dólares que equivaldrían a 3 meses de importación y que es recomendable que no toquemos. También, hay que disminuir los 1.500 millones de préstamo a YPFB y otras empresa estatales. Por lo tanto, hablando en pepas, al final de todas estas restas tendríamos 3.000 millones de dólares disponibles para que el Gobierno general pueda invertir o gastar. Pero cabe recordar, que un poco más de 1.500 millones de washingtones de las reservas internacionales son depósitos de gobernaciones y municipios en el BCB. Además, hay que respaldar con divisas el circulante en moneda nacional. Segundo, la montaña de dinero también puede ser vista como la dimensión del déficit de ideas productivas del Gobierno. Estos miles de millones de dólares en reservas internacionales pueden ser vistos como una avalancha de “nos”: no caminos, no escuelas, no fabricas, no producción, no empleo, en fin \"no\" políticas públicas creativas y productivas. Consigna de cierre ¡Jóvenes revolucionarios Todos pechito de bronce, bíceps y tríceps en coquetos ángulos, bikini whiphala y a la piscina del Banco Central a nadar en dinero, como lo hacía el Tío Rico MacPato, símbolo del imperialismo que con tanta pertinencia criticó uno de los primeros manuales de descolonización, “Para Leer el Pato Donald” escrito por Ariel Dorfman y Armand Mattelart.
FUENTE: EL DIA             (27-03-2011)