Tareas a medio hacer: intentos para industrializar Bolivia
La economía boliviana presenta una extraordinaria estabilidad económica, posiblemente la de mayor firmeza en su historia. Sin embargo, se apoya en un sólo vértice de una pirámide invertida: el tipo de cambio. Aparte de soportar la estabilidad, representada por una tasa baja de inflación, también es el soporte de la bolivianización y de una banca comercial robusta. Esto no hubiera sido posible si la economía boliviana no hubiera disfrutado de los altos precios de las materias primas por más de diez años y de la extraordinaria acumulación de reservas internacionales.
La economía boliviana presenta una extraordinaria estabilidad económica, posiblemente la de mayor firmeza en su historia. Sin embargo, se apoya en un sólo vértice de una pirámide invertida: el tipo de cambio. Aparte de soportar la estabilidad, representada por una tasa baja de inflación, también es el soporte de la bolivianización y de una banca comercial robusta. Esto no hubiera sido posible si la economía boliviana no hubiera disfrutado de los altos precios de las materias primas por más de diez años y de la extraordinaria acumulación de reservas internacionales. No se debe olvidar, sin embargo, que tanto este país como el conjunto de América del Sur recibieron los efectos favorables del mercado internacional iniciados en 2003.
Esta historia, feliz como puede parecer en la anterior descripción -aunque con un cimiento de reservas que se encogen-, no se refleja en las variadas tareas a medio hacer o, definitivamente, mal hechas.
El ejemplo más conspicuo es el de Karachipampa, iniciado como un proyecto ya enfermo de elefantiasis en los años 70 del siglo pasado. Se lo hace renacer como espejismo para satisfacer ilusiones regionales de bienestar, que no serán satisfechas con este proyecto.
Otro proyecto, resultado de las presiones o ilusiones regionales, es la producción de acero en El Mutun. La fallida experiencia con la empresa india Jindal no ha sido lección suficiente como para meditar qué hacer con este gran yacimiento y cómo hacerlo. Se recurre al fácil camino del endeudamiento con China para comprar una planta que no se conoce con certeza si es o no flamante. Lo que sí se sabe es que la empresa china Sinosteel no es precisamente la más solvente y que, además, no cuenta con el beneplácito de su propio Gobierno, por las condiciones financieras en las que se encuentra en su propia casa.
Los endebles intentos de industrializar Bolivia se debilitan aún más en su artificioso horizonte. Los nuevos proyectos, como es el de la producción de urea, exhibía precios prometedores hace ocho años, cuando la TM, excepcionalmente, superó los 750 dólares. En julio del presente año, este precio cayó a 177. Para producir una tonelada de urea se requieren cerca de 17 mil p3 de gas. Esto equivale a más de tres barriles de petróleo. Si el barril de petróleo está a 45 dólares, producir una TM de urea equivale a algo más de 135 dólares. Esto dejaría una diferencia aproximada de 40 dólares a favor de Bolivia, si la venta fuera en el mismo lugar que se produce.
Sin embargo, la distancia entre Bulo Bulo y Corumba es de 837 Kilómetros, que exige una tarifa de alrededor de 400 dólares por TM. El precio promedio no se mantiene por encima de este costo, lo que quiere decir que la localización ha hundido el negocio.
Así, Karachipampa es una tarea mal hecha, la planta con la Sinosteel será otro trabajo dudoso por un crédito con intereses más elevados que los que prevalecen en un mundo industrializado en que han bajado a tasas negativas y sin la certeza de una producción competitiva. Más aún cuando el precio del acero ha hecho quebrar incluso a empresas tan poderosas, como la Tata inglesa. La planta de urea debió construirse en la frontera con el Brasil, mientras tanto sólo el 4% de su producción servirá para abastecer el mercado interno, con la esperanza de llegar al 17% en 2035. Otra prueba reprobada con 96% de su producción sin vender.
Alberto Bonadona Cossío es economista.
FUENTE:
PAGINA 7
(24-09-2016)